La guerra,
el frío,
los miedos.
Mis monstruos,
no han vuelto.
No han vuelto desde que tú me coges la mano,
desde que tus dientes me calman,
ya no sangro.
Y es que si me he tenido que romper tantas veces
para que ahora vengas tú a salvarme,
ha merecido la pena.
Que nunca he querido que nadie volviese a pisar lo que estaba roto,
por miedo a cortarme otra vez las venas,
por miedo a que volviesen a abrir lo que tanto me había costado cerrar:
a mí.
Pero mírame,
que me he dejado las llaves puestas,
y no quiero pedirte nada, tan solo que me vivas,
que me vivas como yo no he sabido hacérmelo.
Porque me echaba de menos,
te echo de menos
todo el rato.
Y ojalá nunca se nos haga tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario