lunes, 27 de agosto de 2018

Frío

Estamos luchando en una guerra de titanes tullidos,
que se resisten a hacerse humanos.
Yo no quiero ir.
Tú no quieres venir.
Al final,
vamos a morir
a manos de algún verdugo que perdió el corazón encerrado en una torre.
Y entre todos esos esqueletos sin corazón,
que no supieron luchar,
no nos vamos a encontrar.
Y te perderé.
Me perderás.
Y con toda la agonía que da el recuerdo
que no vuelve,
no podremos ni siquiera echarnos de menos.
En esta distancia de seguridad que no nos deja tocarnos,
todavía puedo gritarte,
aunque solo escuches un murmullo:
ven.
Ven y abrázame.
Que yo me estoy muriendo de frío.
Ven,
que me estoy ahogando con tanto hastío.

Qué difícil es quererte

Un día me confesó:
“no sabes lo difícil que es quererte”,
mientras se tapaba la cara
para que no viese cómo lloraba.
“No sabes lo difícil que es
no saber lo que sientes,
si es que sientes algo.
Si detrás de ti,
no se ve nada.
Si por dentro,
sigues estando muerta.”
No le respondí.
No la abracé.
Encogí los hombros,
y esperé a que se durmiera,
dándome la espalda.
Lo que ella no sabía,
es que lo que me decía,
ya me lo había dicho yo.
Mil veces.

lunes, 20 de agosto de 2018

XIII

Qué mala mi suerte,
que la historia que vienes a leerme ya me la había aprendido.
Qué mala la tuya,
que los protagonistas que iban a casarse,
al final se mueren.
Qué inoportuno el destino,
que viene a ponerte en mi desierto
cuando más sed tengo,
cuando más demonios te persiguen gritándote
que
no!
Y entiende, que mi ego de fénix ya no soporta más derrotas,
más pérdidas,
más sangrías,
que estas fosas comunes están llenas de todo lo que un día me hizo daño,
y no me dejan
verte.
Y no me dejo
correr hacia ti,
si delante tienes un ejército de terracota que va a matarme,
que quiere convertirme
una
y
otra vez
en piedra,
como si tú fueras ahora la Gorgona que va a fulminarme.
Porque no puedo tocarte si sigues cubierta de espinas,
y te lo aseguro, amor, que sé de lo que hablo,
que mucho tiempo fui yo el único cactus de mi oasis.
Porque,
te quiero ahora,
te quiero
con todas las dudas que puede tener un alma rota,
con todos los miedos que se guardan dentro de un corazón lleno de costuras,
que al fin
y al cabo,
tú no cosiste.
Pero si no vienes desnuda,
sin pistolas,
sin espinas,
si no dejas atrás todas las sombras que quieren cegarme,
tendrás que echarme de menos.
Y ojalá no llegues tarde,
porque entonces
todos los poemas que te escriba
acabarán
oliendo
a despedida.

sábado, 18 de agosto de 2018

Las historias de amor no existen.

Pero aquí no hay amor.
Crújeme el corazón entre tus uñas y párteme la espalda con la lengua, 
hasta que deje de respirar tu aliento.
Y de repente, pasas tú por las comisuras de mis labios como una bacante ebria,
llena de frenesí.
Y entonces me acojono si te miro y te veo dentro de estas entrañas,
donde anidaron las polillas desde que me rompieron las costillas los puños del hastío de saberme viva, matando los dragones que invaden este abismo putrefacto, donde absorbía los deseos de otras,
que no eran tú.
Y quiero que se paren los planetas,
justo aquí,
justo en ese punto en el que no sé si me odio más o me quiero menos por dejar que te quedes,
justo aquí.
Justo donde ya no duele porque no lo siento,
y no lo siento porque hace tiempo que cortó los nervios.
Aquí, donde las golondrinas ya no hacen sus nidos porque hace demasiado frío.

...Y te susurré que las historias de amor no existen...

Si tuviese tres deseos, me sobrarían dos.

Ella es tormenta,
viento,
vendaval.
Ella es el tornado,
el huracán que abrió todas las puertas y rompió las ventanas.
Desde su risa me convertí en kamikaze,
empecé a pisar fuerte con los ojos cerrados,
sin pensar,
sin mirar.
Ojalá me destroce,
me abra todas las grietas y me sople.
Ojalá me acaricie hasta que sangre todas las lágrimas que me he tragado.
Ojalá se quede
y se beba mi Colacao todas las mañanas.
Ojalá se quede cuando llegue la calma y no haya cristales en el suelo,
cuando arregle los cimientos de este templo y arranque todas las páginas que no le gustan.
Ojalá se quede,
tan cerca que su olor y el mío sean el mismo.

martes, 14 de agosto de 2018

Pero no me digas nada

No sé lo que siento,
pero elegirte es la única opción.
Y quizás quererte sea eso,
quizás sea algo parecido a lo que siento cuando te abrazo por la espalda a las tres de la mañana.
No sé lo que siento,
porque todavía no tengo el aire suficiente para soplar tus alas,
pero me inundan las ganas de hacer que vueles
y lo único que quiero es que si me sueltas la mano,
sientas que no hay otro camino que te salve del precipicio.
Que soy yo.
Porque te vi despertarte y no tuve miedo,
porque me sonreíste y se fueron todos mis demonios
a esconderse en su penumbra, con el rabo entre las piernas,
con los mismos nervios que me invaden a mí
cuando siento tu pelo,
cuando pienso en no volver a besar tus ojos.
No sé lo que siento,
pero si te digo que te quiero,
abrázame
y vamos a jugar
a
no
decirnos

nada.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Y yo, tampoco lo sabía

Tú no lo sabes,
pero memorizo cada mueca de tus labios cuando sonríes,
la forma en la que achinas los ojos cuando estás feliz.
Tú no lo sabes,
que tomo apuntes de cómo me miras cuando te pones nerviosa,
de cómo te tocas el pelo.
Tú no lo sabes,
pero lo que yo quiero es aprenderte,
para que nunca me haga falta verte para saberte cerca.
Tú no lo sabes,
pero me sentaría cada noche a contarte estrellas hasta que te duermas.
Tú no lo sabes.
Todavía.
Que lo que yo quiero es salvarte,
de todas
y cada una
de las hostias que tenga la vida guardadas para ti.
Tú no lo sabes,
que los excesos me perturban
pero cuando no estás;
te
echo
tremendamente
de menos.

martes, 7 de agosto de 2018

Puede que intente salvarte la vida

Hoy ya no estoy dispuesta a que me rompan la cara,
ni a esconder mis alas,
otra vez.
En mis ojos todavía se ve el incendio de todo lo que ya no tengo.
Y no me queda
nada.
Y sin nada, no puedo saltar a tu abismo
que no tiene agua.
Que me sigue dando miedo escuchar la tormenta,
el olor a tierra mojada,
porque después de ahogarme en su miseria se me helaron todos los huesos.
Se me congelaron las manos y todavía no puedo agarrar tus dedos,
no puedo besarte si aún no soy capaz de abrir la boca,
si cada vez que me rozas siento que vas a morir envenenada en todas las espinas que todavía me atraviesan el pecho.
La fragilidad que da el miedo me hace querer huir cada vez que algo se complica,
cada vez que sus fantasmas vuelven a morderme el cuello,
cada vez que el dolor me recuerda que estoy muerta.
Que me maté una y otra vez
hasta que dejé de escucharlo.
Y puede que lo haga,
puede que agote el cargador en mi sien antes de escribirlo,
puede que me mienta tanto que llegue a creérmelo,
puede que haga que te vayas,
que te eche,
que me odies,
que no quieras volver a escuchar mi nombre.
Puede que nunca pueda cumplir lo que te prometo,
que no sea lo que esperas,
que no quieras toda esta sombra en tu jardín.
Puede que antes de escribirlo
me ate las manos,
que pierda la conciencia.
Puede que me cosa los labios,
o me corte la lengua
antes de decirlo.
Puede que no quiera hacerlo,
que esté intentando cambiarlo antes de que te des cuenta.
Puede que esté evitando otro cataclismo,
que intente salvarte la vida.
Puede que no te merezcas mi caos.
Puede que lo esté haciendo.
Puede.
Y solo puede.
Que te esté
empezando
a
querer.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Créeme

No te quiero,
pero te esperaría seis vidas y media
sin más consuelo que tu recuerdo.
No te quiero,
pero guardaría en mis cajones todas las caricias de tus manos
aún siendo bolas de fuego.
No te quiero,
pero elegiría entre millones, tus piernas debajo de las mías.
Créeme
que no te quiero,
pero si me pidieses todas las estrellas que abarca tu mirada,
robaría un cohete para dártelas una a una.
No te quiero,
pero podría escribirte mil palabras cada día
para que no te fueses nunca.
No te quiero,
pero si me sonríes una vez más,
me quedo en tú risa hasta morirme.